Proyecto: Retrato con bolígrafo. Parte I
Se ha despertado en mí el interés por el retrato con bolígrafo, luego de observar al reconocido artista Francisco Casas y ver la calidad a la cual se puede llegar por medio de esta herramienta que hasta hace poco yo creía que su fin no llegaba más allá de la escritura.
Impulsado e inspirado por aquellas imágenes, he apostado en grande ya que para comenzar a probar aquella técnica he elegido un modelo muy especial y particular a la vez, mi padre.
Lo he elegido por sus 71 años marcados en su rostro lo que me brinda una textura en la piel que me obliga a una laboriosa tarea de interpretar brillos y sombras minuciosas para lograr un trabajo que llame la atención y escape de lo normal, a todo esto se le suma a que no solo es un rostro que necesita de mucha elaboración, sino que es en un tamaño que aún no he trabajado.
El retrato no es más que la interpretación correcta de brillos y sombras, podríamos decir que son “manchas” que uno hace, en el caso del retrato a lápiz, con grafito, en el caso del bolígrafo, un grupo de líneas, en el caso de una impresora a chorro de tinta, un grupo de puntitos (más adelante explicaré un poco más la técnica) pero a esa mancha o ese grupo de líneas hay que saberlo interpretar, a tal punto, que tiene que ser directamente proporcional a la macha de la foto, para crear el realismo y que no pierda la escala, con el paso del tiempo, cuanto más retratos uno hace, más fácil es dicha interpretación, uno entrena el ojo y cada vez es más fácil la tarea, pero cuando aparece una hoja más grande, la escala es más grande y al ojo, que esta acostumbrado a determinada interpretación de escala, se le vuelve totalmente difícil trabajar con la nueva escala, a esa mancha no la tienes que hacer así, sino cuatro veces más grande.
En resumen, por las arrugas de la piel y por la nueva escala “para mi ojo”, digo que he elegido un modelo muy particular, y hasta ahora estoy muy satisfecho con los resultados. (…)