Lo que hay que saber, antes de emborracharce.

Siendo tan populares los consumos excesivos, no es raro que se haya creado toda un folklore en torno a las formas de librarse de las resacas. Algunos trucos son útiles, otros empeoran la situación. En general, asumiendo que el consumo ya se ha dado, ya es tarde para recomendar una costumbre muy útil: ingerir mucha agua si se va a beber, que evitará el proceso de deshidratación. Beber a la mañana siguiente también es conveniente, para reponer el líquido perdido. Pero no beber alcohol (esa teoría de que un clavo saca otro clavo) porque sólo conseguimos volver a obligar al organismo a seguir trabajando en algo que todavía no había concluido. Igualmente un café cargado, que es un excitante y podría combatir la sensación de fatiga, tampoco ayuda mucho por su carácter diurético.

Hay quien dice que tomar un desayuno rico en grasas ayuda: pero no es verdad, porque se le obliga al sistema digestivo a trabajar, cuando precisamente está dañado e irritado del trabajo de la noche. Paradójicamente, unas tostadas muy quemadas (remedio habitual hace unos años en los colegios universitarios) podrían ayudar, porque proporcionan carbono que hace de filtro en el sistema digestivo. Los huevos, que tienen cisteína, o los plátanos, ricos en potasio, pueden ser buenas ayudas. Suplementos de vitamisnas B y C también son útiles, tanto para prevenir como para remediar.

Hay además medicinas específicas que pueden resolver problemas graves de la toxicidad del acetaldehído. Y antiinflamatorios no esteroideos que disminuyen el dolor muscular y de cabeza. Se venden también productos cercanos a la clasificación de milagro que pretenden solvertar todos los problemas: estos suplementos, por más que promocionados como naturales no suelen proporcionar ningún efecto real. Los médicos suelen concluir que, realmente, sólo es cuestión de dejar pasar el tiempo. Un tiempo que puede servir para reflexionar si merece la pena.

[Lo vi en: por la boca muere el pez blog de Javier Armentia]