¿Cómo afrontar el dolor físico?

Extraído literalmente de "El arte de la felicidad", Dalai Lama con Howard C. Cutler, M.D.

Al reflexionar sobre el sufrimiento durante los momentos de bienestar, descubrimos a menudo un valor y un significado profundo en él. En ocasiones, sin embargo, nos vemos enfrentados a padecimientos que no parecen tener ninguna cualidad redentora.

El dolor físico, que es un proceso fisiológico, y el sufrimiento, que es nuestra respuesta mental y emocional al mismo. Así pues, se nos plantea la pregunta: ¿podemos encontrar una finalidad detrás de nuestro dolor, capaz de modificar nuestra actitud hacia el mismo? Y si cambiamos de actitud, ¿disminuiría el grado de sufrimiento?

En su libro Dolor: el don que nadie quiere, el doctor Paul Brand explora el valor del dolor físico. Brand, un cirujano de prestigio mundial y especialista en lepra, pasó los primeros años de su vida en la India, donde, como hijo de misioneros, se vio rodeado de personas que vivían en condiciones de extremada pobreza y sufrimiento.

Al observar en ellos una mayor tolerancia al dolor físico que en occidente, se interesó por el fenómeno del dolor y efectuó un notable descubrimiento: la putrefacción de la carne se debía a la pérdida de la sensación de dolor en las extremidades.

Al no contar con la protección del dolor, los pacientes de lepra no disponían de un sistema que les advirtiera del daño en los tejidos. El doctor Brand vio a pacientes que caminaban o corrían sobre extremidades cuya piel estaba desgarrada o incluso con los huesos al descubierto, lo que causaban su rápida destrucción.

A veces incluso introducían la mano en el fuego para retirar algo, sin sentir dolor. Observó también en ellos una actitud de lo más indiferente hacia la autodestrucción. En su libro, Brand presenta muchos ejemplos de los efectos destructivos de vivir sin sensación de dolor, las heridas recurrentes, las ratas que roían los dedos de manos y pies mientras el paciente dormía tranquilamente.

Después de una larga experiencia con pacientes que sufrían dolores agudos y con otros insensibles, Brand llegó a considerar no como el enemigo que es en Occidente, sino como un sistema biológico complejo que nos advierte para protegernos.

Pero ¿por qué entonces la experiencia del dolor tiene que ser tan desagradable? Brand afirma que precisamente en eso reside su efectividad, pues obliga al organismo a afrontar el problema. Aunque el cuerpo cuenta con movimientos reflejos de protección, es la sensación de dolor la que impulsa a todo el organismo a prestar atención y actuar. También graba la experiencia en la memoria y nos sirve para protegernos en el futuro.

Así como encontrar significado a nuestro sufrimiento nos ayuda a afrontar los problemas, para Brand la comprensión del dolor físico contribuye a disminuir el sufrimiento. Si nos preparamos para el dolor, si comprendemos su naturaleza y reflexionamos sobre lo que seria la vida sin esa sensación, invertiremos en lo que Brad llama un "seguro para el dolor".

No obstante, y como quiera que el dolor agudo es capaz de acabar con toda objetividad, tenemos que reflexionar sobre él antes de que aparezca. Si somos capaces de pensar en el dolor como "un discurso que pronuncia nuestro cuerpo sobre un tema de importancia vital, de una intensidad tal que llama inevitablemente nuestra atención", entonces empezará a cambiar nuestra actitud, y en consecuencia disminuirá nuestro sufrimiento.

"Estoy convencido- afirma Brand- de que la actitud que hayamos cultivado puede terminar el grado de sufrimiento cuando el dolor nos llegue". Incluso cree que podemos desarrollar un sentimiento de gratitud ante el dolor. No cabe la menor duda de que nuestra actitud y perspectivas mentales determinan el grado de sufrimiento.

Supongamos que dos individuos, un trabajador de la construcción y un pianista, sufren la misma herida en un dedo. Aunque el dolor sea el mismo para ambos, el obrero de la construcción sufre menos y hasta se alegra si la herida le procura ese mes de vacaciones pagadas que tanto necesitaba, mientras esa misma lección causa un intenso sufrimiento en el otro al impedirle tocar el piano, fuente fundamental de alegría en su vida.